Escena de persecucion
Martes 8 de Noviembre, 6:25pm
Desde esta azotea se puede ver su apartamento perfectamente. La tarde esta nublada, pero afortunadamente no llueve todavía. La rutina de siempre -el baño de las 6:30, eso significa que ahora puedo fumarme mi cigarrillo-, separo el rostro del telescopio y me quito los audífonos que gracias a la tecnología se conectan a su teléfono, saco la cajetilla de la gabardina y enciendo un cigarrillo. Entre bocanada y bocanada pienso; ¿por qué Jimy “Bigballs” esta interesado en esta mujer? Llevo 3 días en esta azotea frente a su apartamento y siempre la misma rutina: 7:00pm sale de la regadera cubierta por una toalla, ahora entiendo. Jimy lo único bueno que tiene es el gusto por las mujeres. Se lo que hará, se pondrá el camisón de seda blanca y se irá a la cama, después claro de tomarse un martini. No me preocupa encender otro cigarrillo y descansar un momento, una ligera llovizna se hace presente, el sombrero protege el cigarrillo sin filtro.
Con el pulgar y el dedo medio me deshago de la colilla, miro nuevamente por el orificio del telescopio-¿Qué carajos significa esto?- La veo vestida con vestido negro, con el escote hasta Sudamérica, zapatos de tacón y maquillaje que mataría a cualquiera -¿ahora qué hace?- toma sus llaves, se dirige a la puerta, debo apresurarme.
Corro hacia las escaleras, la cámara, el telescopio, los audífonos y mis Lukystrike quedaron en esa azotea, son 3 pisos los que tengo que bajar, salto de 2 y a veces de 4 escalones por piso. No es la primera vez que hago esto y siempre me pasa lo mismo por la cabeza –debo dejar de fumar-. Me apresuro en llegar a la calle, no está afuera de su edificio con fachada Art Deco, no debió tomar taxi ni abordar ningún otro vehículo, giro la cabeza de un lado a otro de la calle, por fin alcanzo a ver su pelo rojo brillante, inconfundible entre la multitud neoyorkina, camino a paso veloz por la acera de enfrente, esquivo gente. Shit, no debí dejar la cámara, pero a dónde va, no sonó el teléfono en todo el día, debe ser algo planeado días antes que yo comenzara a espiarla por encargo de Jimy.
Pienso en el equipo abandonado, una razón más para aumentar el costo de mis servicios. Se detiene un momento en una tienda de ropa, mira el aparador y hurga dentro de su bolso, saca un papel, sigue su camino -parece que tiene cita con la muerte-, camina más rápido de lo que yo puedo seguir el paso, gira a su izquierda en un callejón, cruzo la avenidas, ahora esquivo automóviles lujosos. Metros antes del callejón procuro caminar más lento y relajar la respiración. Doy vuelta en el callejón, ya es de noche pero alcanzo a ver el brillo de su vestido a lo lejos gracias a una pálida luz sobre una puerta a la mitad del callejón. Su escultural sombra sobre la pared revela cierto nerviosismo. Me detengo justo en la esquina, miro la hora en mi reloj de bolsillo: 7:48. Busco mis cigarrillos -maldita sea los deje en la azotea-. Me adentro un poco más en el callejón. De repente un estruendo, mi visión se nubla, escalofríos, un espeso líquido escurriendo por mi frente, mi cara sobre un charco de agua, pasos que se acercan, su voz –sí, es él- silencio, sus tacones altos, oscuridad, nada.
Música para persecusión
Desde esta azotea se puede ver su apartamento perfectamente. La tarde esta nublada, pero afortunadamente no llueve todavía. La rutina de siempre -el baño de las 6:30, eso significa que ahora puedo fumarme mi cigarrillo-, separo el rostro del telescopio y me quito los audífonos que gracias a la tecnología se conectan a su teléfono, saco la cajetilla de la gabardina y enciendo un cigarrillo. Entre bocanada y bocanada pienso; ¿por qué Jimy “Bigballs” esta interesado en esta mujer? Llevo 3 días en esta azotea frente a su apartamento y siempre la misma rutina: 7:00pm sale de la regadera cubierta por una toalla, ahora entiendo. Jimy lo único bueno que tiene es el gusto por las mujeres. Se lo que hará, se pondrá el camisón de seda blanca y se irá a la cama, después claro de tomarse un martini. No me preocupa encender otro cigarrillo y descansar un momento, una ligera llovizna se hace presente, el sombrero protege el cigarrillo sin filtro.
Con el pulgar y el dedo medio me deshago de la colilla, miro nuevamente por el orificio del telescopio-¿Qué carajos significa esto?- La veo vestida con vestido negro, con el escote hasta Sudamérica, zapatos de tacón y maquillaje que mataría a cualquiera -¿ahora qué hace?- toma sus llaves, se dirige a la puerta, debo apresurarme.
Corro hacia las escaleras, la cámara, el telescopio, los audífonos y mis Lukystrike quedaron en esa azotea, son 3 pisos los que tengo que bajar, salto de 2 y a veces de 4 escalones por piso. No es la primera vez que hago esto y siempre me pasa lo mismo por la cabeza –debo dejar de fumar-. Me apresuro en llegar a la calle, no está afuera de su edificio con fachada Art Deco, no debió tomar taxi ni abordar ningún otro vehículo, giro la cabeza de un lado a otro de la calle, por fin alcanzo a ver su pelo rojo brillante, inconfundible entre la multitud neoyorkina, camino a paso veloz por la acera de enfrente, esquivo gente. Shit, no debí dejar la cámara, pero a dónde va, no sonó el teléfono en todo el día, debe ser algo planeado días antes que yo comenzara a espiarla por encargo de Jimy.
Pienso en el equipo abandonado, una razón más para aumentar el costo de mis servicios. Se detiene un momento en una tienda de ropa, mira el aparador y hurga dentro de su bolso, saca un papel, sigue su camino -parece que tiene cita con la muerte-, camina más rápido de lo que yo puedo seguir el paso, gira a su izquierda en un callejón, cruzo la avenidas, ahora esquivo automóviles lujosos. Metros antes del callejón procuro caminar más lento y relajar la respiración. Doy vuelta en el callejón, ya es de noche pero alcanzo a ver el brillo de su vestido a lo lejos gracias a una pálida luz sobre una puerta a la mitad del callejón. Su escultural sombra sobre la pared revela cierto nerviosismo. Me detengo justo en la esquina, miro la hora en mi reloj de bolsillo: 7:48. Busco mis cigarrillos -maldita sea los deje en la azotea-. Me adentro un poco más en el callejón. De repente un estruendo, mi visión se nubla, escalofríos, un espeso líquido escurriendo por mi frente, mi cara sobre un charco de agua, pasos que se acercan, su voz –sí, es él- silencio, sus tacones altos, oscuridad, nada.
Música para persecusión